CIRCOS TEATROS Y ANFITEATROS ROMANOS
EN EL CASO DE HISPANIA, LLAMA PODE-ROSAMENTE LA ATENCIÓN EL HECHO DE QUE INICIALMENTE EL NÚMERO DE TEA-TROS SUPERABA CON CRECES EL DE AN-FITEATROS O CIRCOS. Quién sabe si el tremendo poder simbólico del edificio teatral hizo de él un icono de romanidad del que no se podía prescindir y, por el contrario, cualquier instalación provisional servía para luchas o carreras, los espectáculos que más pasiones levantaban, a juzgar por fuentes literarias y de todo tipo.
Los indicios del circo hallados en Córdoba nos hacen saber que las tres grandes capitales de las principales provincias romanas de Hispania (Corduba, Tarraco y Emerita) disponían del conjunto completo de edificios espectáculos. Las capitales concentraban tanto a su propia población como a la de la comarca rural, y eran además la sede de ceremonias oficiales y celebraciones religiosas –del culto al emperador, especialmente–, que con frecuencia requerían el uso de los grandes edificios públicos.
No obstante, la presencia de los tres edificios de espectáculos no era tan habitual en otras ciudades, que se conformaban con alguno de los tres al que dotaban de un carácter
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