UN MODERNO TRIBUTO A LOS FARAONES
Parece que el Gran Museo Egipcio, la joya de la corona del Consejo Supremo de Antigüedades Egipcias, abrirá sus puertas este año, pero nadie lo sabe con seguridad. Se trata de una obra impresionante del estudio Heneghan Peng, cuyo proyecto resultó ganador de un concurso internacional, organizado en 2002 bajo el patrocinio de la Unesco, al que se presentaron más de mil quinientos diseños. El que pretende ser el nuevo buque insignia de la cultura faraónica en Egipto ocupa un grandioso espacio de 480.000 m2. En su centro se erigen dos edificios de planta trapezoidal rodeados por extensos jardines: el museo propiamente dicho (con una superficie expositiva de 24.000 m2) y un inmenso centro de conferencias (de 8.000 m2 y un auditorio con un aforo de un millar de personas). Una construcción magnífica que, según fuentes del gobierno egipcio, estaría terminada ya en un noventa por ciento, tras una larga historia de retrasos, en parte motivados por las circunstancias de la Primavera Árabe y el elevado coste del proyecto.
Con el paso del tiempo, los 550 millones de euros del presupuesto inicial se han duplicado, y solo un préstamo de Japón ha permitido continuar la construcción. En cualquier caso, este nuevo museo, que cuenta con un laboratorio de estudio y conservación de 7.000 m2 dotado con las últimas tecnologías, no pretende sustituir al más que centenario Museo Egipcio de El Cairo, sino complementarlo.
Inaugurado en 1902, el viejo museo se pensó desde un principio como el repositorio de todos los objetos faraónicos que se encontraran en las excavaciones realizadas
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos