IRON MAIDEN
La discografía de Iron Maiden es rica en grandes obras. También es rica en bodrios. Los fans más acérrimos de la banda nunca lo admitirán pero Iron Maiden tiene auténticas castañas en su catálogo, algunas de las cuales obedecen a esos años en los cuales la banda andaba especialmente perdida tras la resaca del éxito ochentero. Tampoco escapan algunos de los discos más recientes, donde la insulsa producción de Kevin Shirley ha hecho que todo lo que Martin Birch consiguió construyendo el sonido de estudio de Maiden en los ochenta se derrumbase como un castillo de naipes entrado el nuevo milenio. La cuestión es que no todo el mundo reconoce que Maiden tienen discos difíciles, porque el hecho de que tienen obras maestras es algo que ya sabemos todos.
Procedemos pues, bajo criterios totalmente arbitrarios y subjetivos, a ordenar los discos de Iron Maiden del peor al mejor. Se toleran opiniones distintas. Por cierto, no incluiremos los directos, más que nada porque la revista no tiene suficientes páginas como para albergar todo
NO PRAYER FOR THE DYING (1990)
Este disco fue como levantarte un domingo por la mañana e intentar ser funcional después de una borrachera de Jägermeister la noche anterior. Puede que camines, que salgas a pasear el perro e incluso que te dirijas a otros seres humanos o te calientes unos fideos en el microondas, pero todo será errático, lento, sin ganas y con tendencia a la descomposición. Para Iron Maiden, la borrachera de Jäger fue el masivo éxito de los años 80,
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