Philippe Starck VISIONARIO
irma de media unos 200 proyectos al año, y desde que, en 1969, presentase una aplaudida casa hinchable–acompañada de su reflexión sobre la materialidad– en el Salon de l’Enfance parisino no ha parado de proyectar, saltando de disciplina en disciplina y de ámbito en ámbito. Tanto que, medio siglo después, el de Philippe Starck (París, 1949) –arquitecto, diseñador industrial, interiorista y empresario, entre otras muchas cosas–cuenta con varios centenares de mesas, asientos y lámparas, todo tipo de… edificios de vanguardia y más de 100 hoteles, bares y restaurantes a lo largo y ancho del mundo, por no hablar de identidades visuales, campañas publicitarias y labores de dirección creativa para grandes marcas globales. Así, no es extraño que la lista de los premios que ha recibido a lo largo de su carrera ocupe cinco folios; tampoco que su rostro, las capuchas de sus jerséis y sudaderas y sus coloridos pantalones compongan la imagen de superestrella del diseño que tiene el gran público. Vive a caballo entre Venecia y Cascais, tiene su estudio en París y presenta cada nuevo lanzamiento en un punto diferente del globo. Y no le gustan demasiado las entrevistas. Por eso esta, entorno a dos de sus últimos productos –la silla A.I. con Kartell y su colección Fenc-e Nature para Cassina–, es tan poco convencional como él mismo.
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