COBAYAS ATÓMICOS
Aunque la información sobre los experimentos de radiación en humanos se hacía un hueco de vez en cuando en revistas poco conocidas, los científicos se las arreglaron para seguir con sus estudios sin llamar mucho la atención.
Ello se debió en gran parte a los esfuerzos deliberados de los investigadores y sus fuentes de financiación gubernamentales de no dar publicidad a los experimentos. Pero el silencio también se debía a la complacencia de los medios y a una falta de pericia. Las actividades con armas nucleares implican una burocracia laberíntica y complejas cuestiones de carácter científico y técnico, y los portavoces de la industria de armas nucleares eran muy hábiles en manipular a la prensa. La información controvertida era difícil de obtener, y a menudo los documentos se clasificaban como confidenciales para alejarlos de las manos de los periodistas. Como éstos tenían plazos de entrega cortos y numerosos obstáculos por delante, muchos periodistas acababan informando de lo que sus fuentes les contaban. No obstante, poco a poco el muro de silencio empezó a quebrarse.
En otoño de 1971, Stuart Auerbach, periodista de The Washington Post, empezó a indagar en el experimento de Eugene Saenger de Cincinnati. En esa época, el estudio de irradiación de cuerpo entero había entrado en su undécimo año y Saenger se había vuelto tan optimista acerca de la energía nuclear como su antiguo mentor, el general James Cooney. En una declaración al Comité Conjunto sobre Energía Atómica el año anterior, declaró que «cualquier ámbito del campo de la medicina nuclear debería ser una buena o mejor inversión que IBM o Coca-Cola».
Auerbach contactó con la Agencia de Defensa Nuclear y pidió una copia del contrato para el estudio de Saenger. John Watson, responsable de contrataciones, propuso que el periodista se pasara a la mañana siguiente, leyera los contratos y luego seleccionara las páginas que quería copiar. La conversación fue amistosa, pero los documentos demuestran que Watson estaba preocupado.
Después de hablar con Auerbach, Watson contactó con el teniente
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