LOS SOTANOS DEL VATICANO
os rumores de un complot vaticano se hicieron más fuertes en tiempos de Juan Pablo II. Éste mantenía al parecer una estrecha relación con Marcinkus, concluía que era inverosímil que hubiese sido asesinado, aunque añadía como más probable que la falta de apoyo entre una curia desconfiada hacia su persona, así como un nivel desbordante de trabajo administrativo, minasen por completo su salud, provocándole una embolia pulmonar y luego la muerte. Los conspiracionistas pensaron que la Santa Sede había extendido un cheque a Cornwell para consolidar definitivamente la versión oficial. Años después se conoció otro dato que enrevesó aún más el asunto. El 5 de septiembre de 1978, Juan Pablo I recibió a Boris Rotov, , representante de la Iglesia ortodoxa rusa en Leningrado y que era, además, agente del . Nada más retirarse a hablar en privado, se desplomó y murió de un ataque cardíaco. Tenía solo 49 años y era una figura primordial para las inminentes negociaciones con la URSS. Aquello puso muy nervioso a Luciani, que, dicen, no durmió durante varios días. No es de extrañar.
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