LA CIUDAD FÉNIX
La llamamos la Ciudad Eterna, pero lo cierto es que a punto estuvo de extinguirse. La orgullosa capital del Imperio romano, que llegó a superar el millón de habitantes, una cifra descomunal para la Antigüedad, empezó el siglo xv con tan solo unos veinte o treinta mil. Florencia, sin ir más lejos, la duplicaba en población; Génova la triplicaba; Milán la cuadruplicaba. Más allá de Italia, Granada o París contaban con 100.000 almas.
El declive de Roma, bruscamente iniciado a finales del Bajo Imperio, había continuado, lento pero implacable, a lo largo de toda la Edad Media. El traslado de la sede pontificia a Aviñón, en 1309, a punto estuvo de asestarle el golpe mortal. Siete papas gobernaron la cristiandad desde territorio francés mientras Roma languidecía. El tímido retorno de Gregorio XI al Vaticano, lejos de mejorar la situación, se saldó con el cisma de Occidente, confuso episodio en el que dos y hasta tres sucesores de san Pedro se disputaron la tiara papal. Tras ingentes esfuerzos diplomáticos, el embrollo se deshizo en 1417 con la elección unánime de Martín V, de la antigua familia de los Colonna, y la reconciliación de la Iglesia occidental.
EL TRASLADO DE LA SEDE PONTIFICIA A AVIÑÓN A PUNTO ESTUVO DE DAR A ROMA EL GOLPE MORTAL
Según el humanista Bartolomeo Platina, la Roma que halló Martín V a su regreso “apenas recordaba a una ciudad. Las casas estaban
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos