UNA DISCIPLINA POLÉMICA
La arqueología bíblica es, seguramente, la arqueología más polémica que haya existido jamás. Y ello se debe a que, a diferencia de lo que suele ser habitual, su función principal no es la de reconstruir el pasado de un lugar o territorio concreto, sino la de ilustrar la Biblia a partir de las excavaciones llevadas a cabo en Israel, Palestina y otras zonas próximas. De ahí que sus objetivos estén condicionados por el texto bíblico y sus esfuerzos se centren en tratar de analizar episodios concretos como el Éxodo hebreo de Egipto, las conquistas del rey David o el estudio de las poblaciones, lugares y objetos relacionados con la vida de Jesús.
Los pioneros
Es difícil datar con exactitud el inicio de la arqueología bíblica como tal, pues fueron muchos los exploradores que, a lo largo de los siglos, trataron de encontrar en Tierra Santa restos materiales relacionados con la Biblia. Sin embargo, el primero que lo hizo empleando una auténtica metodología arqueológica fue el británico sir William Matthew Flinders Petrie, por lo que a él suele atribuirse el honor de ser considerado como el fundador de la disciplina. En 1890, la Palestine Exploration Fund encargó a Petrie las excavaciones de Tell el-Hesi, un yacimiento situado en el territorio del antiguo reino de Judá. Durante su trabajo, introdujo dos grandes innovaciones: el estudio de la estratigrafía y la elaboración de tipologías cerámicas, lo que le permitía reconstruir de forma mucho más fiable la historia y la cronología del lugar. Con todo, la
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