EL SECUESTRO DE 276 ALUMNAS NIGERIANASINDIGNÓ AL MUNDO.SI BIEN 112 SIGUEN DESAPARECIDAS, LAS SUPERVIVIENTES RECUPERAN SU FUTURO.
AQUELLA NOCHE DE ABRIL, PATIENCE BULUS Y ESTHER JOSHUA SE TOMARON DE LAS MANOS CUANDO LAS SACARON DEL DORMITORIO A PUNTA DE FUSIL
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Las separaron al abordar un camión de caja abierta, pero Patience pudo distinguir la voz de Esther entre la multitud de alumnas aterradas que preguntaba: “¿Qué va a pasar?”.
Alguien saltó por un costado y, de pronto, otras jóvenes comenzaron a precipitarse hacia la oscuridad, dispuestas a correr el riesgo de recibir un balazo o perderse en la selva con tal de escapar de sus captores. Patience miró a su lado. Esther estaba al fondo del camión, así que empezó a abrirse paso hacia un flanco del vehículo y saltó sin su amiga.
Desde hacía cinco años, la insurgencia rebelde que aterrorizaba el noreste de Nigeria había ocasionado el cierre de centenares de escuelas. Pese a ello, en abril de 2014, la Secundaria Gubernamental Femenina en Chibok reabrió sus puertas para que las alumnas presentaran sus exámenes finales. En una región donde menos de la mitad de las niñas estudia la primara, aquellas escolares desafiaban la convención social que imperaba desde mucho antes del conflicto. Y así, hacia las 11 p.m. del 14 de abril, los militantes de Boko Haram –nombre que se traduce como “prohibida la educación occidental”– secuestraron a 276 jóvenes,
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