Un ingenio que aún nos asombra
Cuando los cromañones comenzaron a plasmar su pensamiento simbólico en las fantásticas pinturas rupestres de Lascaux (Francia) y Altamira (España), el último neandertal ya había desaparecido de la faz de la Tierra. Hace más de 15,000 años, aquellos pintores rupestres ya utilizaban fuego, mazas, puntas de flecha, prendas de piel y hebillas de hueso. También comerciaban con otras comunidades lejanas, intercambiando con ellas materias primas, hachas, puñales de sílex, pedernal para producir fuego y otros objetos.
Una vez que concluyó el periodo más frío de la última glaciación, los cazadores-recolectores empezaron a trasladarse hacia el norte, donde construyeron asentamientos muy elaborados como el de Mezhyrich, en Ucrania, erigido hace 15,000 años y compuesto por cinco grandes refugios hechos de huesos de mamuts: una gran obra de arquitectura primitiva que evidencia el ingenio de nuestros antepasados.
Tiempo después, las tribus nómadas comenzaron a disponer de una producción regular de alimentos, tal y como muestra el yacimiento de Göbekli Tepe (Monte Ombligo), un conjunto megalítico ubicado en el curso superior de los ríos Éufrates y Tigris, cerca de las fronteras de Siria, Irak e Irán. Es probable que fuera allí, o en otro lugar cercano del denominado Creciente
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