Ruinas legendarias
En la década de 1870, Heinrich Schliemann saltó a la fama al descubrir los restos de la mítica ciudad de Troya. Tras su gran éxito, el arqueólogo y empresario alemán viajó a Creta para rematar su obra con la excavación del palacio donde la tradición aseguraba que había reinado el legendario rey Minos, hijo de Zeus. Contaba con el permiso de las autoridades, pero el propietario de la colina se oponía a las excavaciones. Por desgracia, Schliemann falleció en 1890 sin cumplir su sueño. En aquella fecha, el arqueólogo británico Arthur Evans tenía 39 años; había estudiado en Harrow, Oxford y Gotinga y dedicó su tiempo al estudio de las culturas milenarias. Un buen día cayeron en sus manos ciertas tablillas de arcilla con extraños signos que provenían de la lejana Creta.
Evans visitó la isla por primera vez en 1894 y en una de sus excursiones descubrió los restos de escombros en los que intentó excavar Schliemann. Al contrario que el alemán, Evans sí logró llegar a un acuerdo con el propietario del terreno para iniciar la excavación. Con los papeles en regla, el arqueólogo británico tomó un pico y se puso a cavar en 1900. Además del conjunto palaciego de Cnosos, construido hacia 2000 a.C., Evans encontró alrededor de 3,000 tablillas de arcilla con dos tipos de escrituras diferentes conocidas como lineal A y lineal B.
La primera se empleó entre los siglos XVII y XV a.C. para escribir el idioma eteocretense. La escritura lineal A sólo ha podido ser descifrada en parte. Se conocen unos 70 caracteres silábicos y 100 caracteres con significado propio. La escritura lineal B fue utilizada para escribir el griego micénico hasta 1110 a.C. y precedió en varios siglos al uso del alfabeto griego. Este sistema de escritura fue descifrado en 1952 por el arquitecto inglés Michael Ventris.
“Evans no
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