Las tumbas de… …JESÚS
CUENTA LA LEYENDA QUE NINGUNO DE LOS CRISTIANOS QUE HELENA DE CONSTANTINOPLA, madre de Constantino, se encontró por tierras palestinas pudo indicarle el sitio exacto donde podía encontrar la Santa Cruz, durante el viaje que emprendió a Tierra Santa hacia el año 326, a sus setenta y algo años. Fue un tal Judas, de Jerusalén, el que le dio la información clave: le contó que sus antepasados, para evitar que los cristianos encontrasen tan importante reliquia, tiraron las tres cruces a un pozo en el mismo Gólgota y lo rellenaron luego con tierra. Así, Helena encontró las tres cruces; y para comprobar cuál era la de Jesús, organizó una solemne prueba que consistió en poner sobre cada una de las cruces el cuerpo de una pobre cristiana moribunda, esperando que Dios la curase, indicándoles así cuál era la cruz de Jesús. Funcionó.
Helena partió la cruz en tres partes: una la envió a Constantinopla, otra a Roma y la otra se quedó en Jerusalén. Desde entonces, aquella supuesta cruz se ha multiplicado de manera exponencial con el paso de los siglos.
Desafortunadamente, no tenemos la más mínima constancia histórica de este relato. Pero lo que importa es que, por orden de Constantino, se levantó la basílica del Santo Sepulcro, sobre el sitio exacto en el que fue crucificado Jesús y muy cerquita del lugar en el que estaba la tumba sin estrenar de , algo que,: (Mt 27, 59-60).
