EL EXPERIMEN TO DEL AMOR
Existe una festividad dedicada a ello, millones de poemas escritos sobre el tema, docenas de industrias construidas en torno a él, y no hay sinónimos del mismo: amor. Esta palabra de cuatro letras hace referencia a lo que es, quizá, la necesidad humana más fundamental, la que los monjes budistas (algunas de las personas más desprendidas, agradecidas y pacíficas de la Tierra) consideran el secreto para vivir una vida repleta de alegría –una que te permita saltar (bueno, gatear) para levantarte de la cama con una sonrisa, incluso si todo en torno a ti se desmorona.
No es un montón de tonterías. Hay una gran cantidad de investigaciones que muestran que es la calidad de tus relaciones amorosas cercanas –más que el dinero, los genes o la clase social– lo que predice la felicidad a largo plazo, la salud física y mental e incluso la longevidad. La satisfacción marital puede reducir tu riesgo de padecer depresión y las parejas que están felices y tienen más de 80 años reportan tener una mejor salud que quienes no tienen una unión. Tener buenos amigos se relaciona con una menor incidencia de enfermedad crónica. Y una dosis auténtica de amor propio, literalmente, puede detener por completo el estrés.
No obstante, el amor por una pareja, por uno mismo y por otras personas es la necesidad con la que la gente batalla más. Pero… ¿por qué? “Al avanzar por la vida, desarrollamos rutinas y operamos en piloto automático olvidándonos de que el amor es un verbo”, explica la terapeuta marital y familiar, Jenni Skyler, directora de The Intimacy Institute. El amor es algo que practicas, no algo que obtienes y guardas bajo llave. Y entre
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