EL CULTO A LA VELOCIDAD
La velocidad tiene un poder fascinante que resulta difícil de explicar. La persecución del récord absoluto se convirtió en el primer objetivo de aquellos pioneros que perseguían ser el más rápido de todos. De esta forma tan simple nacieron las marcas de velocidad. Como siempre, los inicios de la especialidad fueron un tanto mal planeados, sin un organismo que pusiera orden porque las tentativas de coches y motos se entremezclaban y las diferentes entidades y clubes que llevaban a cargo estas pruebas discutían sobre quién tenía la autoridad en la materia.
Finalmente, en 1925 se estableció que la Federación Internacional de Clubes Motociclistas (FICM) tendría el control para regular sobre todo lo que tuviera que ver con vehículos de no más de tres ruedas. Se establecieron diferentes tipos de categorías: récord de corta distancia (1 km, 5 km, ¼ de milla, 1 milla, 5 millas); larga distancia (a partir de 10 km/millas y hasta 5,000 km y 3,000 millas); y de tiempo (de una a 48 horas). Y todo ello multiplicado por las más diversas cilindradas, con lo que la lista de récords llegó a ser amplia y hasta accesible.
Bert Le Vack fue la primera gran estrella de la velocidad. Lo conocían como “El Mago de Brooklands” por su dominio sobre la pista británica, y con su Brough Superior JAP de 996 cc peleó durante una década por
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