LA BANCA PRIVADA TAMBIÉN SUFRE, PERO MENOS
de banca privada como la suiza UBS o las estadounidenses Morgan Stanley y Bank of America lo vivido en los últimos diez años ha sido contra todo pronóstico mejor de lo esperado, incluso casi envidiable si se mira desde una perspectiva amplia. La quiebra de uno de los símbolos del capitalismo financiero global, el banco de inversión Lehman Brothers, que galvanizó el pánico de una crisis de incierta suerte en aquellos momentos (2008), hacía presagiar que la banca de los ricos iba a tener que apretarse el cinturón, como el resto. Pero no fue así. Las generosas inyecciones de liquidez de los bancos centrales, dirigidas a estimular las alicaídas economías, tuvieron también su efecto balsámico en la recuperación de la cotización de los activos financieros, hacia donde se canalizaron en gran medida; y además, los banqueros privados asistieron –y asisten– a un incremento sin precedente del número de ricos en todo el mundo y de forma especial en Asia, donde cada día 2.000 personas alcanzan el sueño humano de ser rico. “Los gestores de patrimonios competimos por un número cada vez mayor de personas ultrarricas”, afirma desde Ginebra a Marc Pictet, socio del
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