PIEZAS PEQUEÑAS GRANDES PROBLEMAS
Cuando metí la cara en la nata, me encontré contemplando un cunero de peces: el agua estaba repleta de vida, que de otra manera nunca percibirías. Huevos de peces flotaban como linternas minúsculas, sus sacos vitelinos brillaban bajo la luz del sol. Larvas de peces pequeñas como catarinas pasaban veloces. Una damisela sargento de unos 20 milímetros de largo, que revoloteaba por ahí, se veía enorme en comparación. Abajo de nosotros, un banco de ojotones –como macarelas, pero con ojos enormes– de 30 centímetros se alimentaba de todo aquello que tuviera la desgracia de ser pequeño.
Mis guías aquel día, el oceanógrafo Jamison Gove y el ictiólogo Jonathan Whitney, de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) en Honolulu, llevaban casi tres años en un proyecto de investigación que busca darle sentido a esta escena caótica. El estadio larval es la “caja negra” de la ciencia de las pesquerías: ingresan huevos fertilizados y salen peces jóvenes. Pero lo que sucede entretanto aún es un boceto. Las larvas de peces son tan pequeñas y frágiles que son extremadamente difíciles de estudiar. La abrumadora mayoría nunca llegará a la adultez. No obstante, las poblaciones de peces en todo el mundo, y los animales que se alimentan de ellas, dependen justo de cuántos
Estás leyendo una previsualización, suscríbete para leer más.
Comienza tus 30 días gratuitos