VEGANO SANGRIENTO
Una vecina australiana (y vegana) que demanda a sus vecinos por hacer barbacoa: “Solo huelo a pescado, solo puedo oler a pescado. No puedo disfrutar de mi jardín, ya no puedo salir de casa”, y no era una cuestión de olor sino de ética. Almas Veganas Santuario Animal enfadadísimas en Youtube clamando por la violación de las gallinas por parte de los gallos en pro de la superproducción de huevos. Escándalos de niveles internacionales por youtubers supuestamente veganas a las que se caza (nunca mejor dicho) comiendo carne, ¡o a sus perros!, veganos por vocación, dicen ellas. Una nube de sospechas sobre la pequeña revolucionaria Greta Thunberg por la repentina (y tremendamente rentable) conversión al veganismo de su madre. El viejo Harland David Sanders viendo desde el más allá como su Kentucky Fried Chicken bate récords y no precisamente con el pollo, sino agotando su hamburguesa vegana. Soja que sangra, ¡una legumbre que sangra! ¿Se nos ha ido la olla?
En este extremo que ya linda con el horizonte del movimiento vegetariano (y subdivisiones variadas), las excentricidades llenan páginas y páginas de noticias que corren como la pólvora en la red para dividir al mundo ahora en múltiples facciones: carnívoros, veganos, flexitarianos, crudiveganos, apivegetarianos, ovolactovegetarianos, veganos por la defensa a ultranza de la dignidad de las gallinas, frugivoristas y monjes budistas practicantes del ayuno. Y, salvo estos últimos que no hacen gasto, todos están
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