QUENTIN TARANTINO
CAPÍTULO 1. Inglorious Tributes
Cuento desde luego para la causa tarantiniana con su fragmento Death Proof, incorporado a ese díptico gamberro que emula los cines Grindhouse (2007), con el que, junto a su compadre Robert Rodríguez, rinde tributo a los programas dobles de los años setenta y ochenta, en los que abundaban los géneros slashers, muscle cars y las heterogéneas formas de exploitation con sexo, drogas y mucha, bastante violencia. Pero es un homenaje tan completo que alcanza una difícil catalogación. Lo cierto es que se lo tomó tan en serio que, aunque su estilo es visible a ratos, la trama imitaba también el trasfondo de aquellas, difícilmente candidatas al Pulitzer. Nada le falta: fallos de raccord, saltos de eje, diálogos cachondos para calentar a la platea, explotación de la anatomía femenina, el crepitar en la banda de sonido y las rayas en la pantalla.
CAPÍTULO 2.
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