«Mucho se alegrará el padre del justo, y el que engendra sabio se gozará con él».

Este tema ha sido causa de interés de los muchos padres que desean que sus hijos caminen con Dios. Y a pesar de que me encantaría decirles que el resultado final será que sus hijos serán fieles seguidores de Cristo, no hay garantía de ello.
Dios nos ha llamado a ser buenos padres, no ha tener buenos hijos, esto quiere decir que no siempre lo que los padres quieren para sus hijos, aunque sea lo mejor, es lo que los hijos quieren para sí mismos.

Lo que debemos enseñar a nuestros hijos es que ellos no renuncien a hacer lo correcto y de la forma correcta porque hay un Dios en los cielos que los está mirando. Que ellos no deben poner su mirada en el mal actuar de otros, sino en lo que Dios espera de ellos. Y que la recompensa de Dios será vista en el tiempo, tanto para el que hace lo bueno como para el que hace lo malo.

De vez en cuando no entenderemos el trato de Dios con nosotros, pero recuerda que Dios no se complace ni disfruta aquello que te hace sufrir, él está trabajando con un buen fin.
Espera en Dios, pide su gracia y sabiduría para poder soportar, esta es la clave de los momentos difíciles que todos enfrentaremos. Si tus hijos lo aprenden serán capaces de enfrentar aquellos momentos de pérdida o de dolor, que de vez en cuando Dios nos permite experimentar.