Entras a tu red social de confianza y te llega una solicitud de amistad, no la conoces, no tienen gente en común pero la aceptas, y, en automático, te llega un mensaje con una propuesta para hacer negocios, donde vas a manejar tu tiempo y donde vas a ser tu propio jefe, ese lugar extraño donde vendedores de humo, mercaderes de nada, gurus, marketing multinivel, palabras raras y personajes que se meten en ropa de tallajes inferiores a los que deberían vestir abundan en redes sociales, esas personas que “presumen” entre comillas gigantes viajes, dinero, teléfonos, autos, hoteles y muchas cosas más, que en cada post de sus redes sociales tienen imágenes del lobo de wall Street, de Daniel Habif o de Robert Kiyosaky, seres iluminados que quieren que TÚ, si, TÚ, seas el elegido entre miles para contarte su secreto, para hacerte rico, eso sí, antes de hacerte rico debes pagar, y no puedes ser ambicioso ni egoísta con tu secreto, debes traer a 5 personas más, y esas personas deben traer 5 más, y así crear una cadena que reventará, y que solo traerá más miseria, rabia, frustración y desazón… Pero, nada de esto es nuevo, y aunque muchos lo hicieron antes, un italiano se encargo de ponerle nombre, y el solo timo a la mitad de todo Boston, Estados Unidos, antes de la segunda guerra mundial. Hoy veremos la historia de Charles Ponei, Charles P. Bianchi, Carl o Carlo, o su nombre más usual, Carlos Ponzi.