Con la detonación de las bombas que EEUU dejó caer sobre Hiroshima y Nagasaki, el hombre entró a un mundo de nuevo terror. Y así, durante muchos años la amenaza de esfumarnos en un aire incandescente ha marcado la pauta de las tensiones mundiales. Recordemos que estas bombas no cayeron sobre un campo de batalla. Horrores del calibre del Holocuasto, los bombardeos sobre Dresde o las violaciones en Nankín, también inauguraron el nuevo perfil de las victimas de los conflictos armados en adelante: la población civil. 75 años después ignoramos las razones que llevaron al presidente de Estados Unidos, Harry Truman, a lanzar dos armas atómicas sobre la población: Hay más chismes que hechos. Las imágenes de los efectos de las bombas atómicas dieron vuelta al mundo provocando terror y desolación. Los miles de supervivientes llevaron toda su vida huellas visibles e invisibles de la tragedia. Estas huellas los aislaron en el Japón que trataba de reconstruirse después de la guerra y marcan también una frontera de la que no hay regreso en la humanidad. Ese 6 de agosto de 1945 se hizo posible disolver a la humanidad al instante bajo una bola de fuego.