Descubre millones de libros electrónicos, audiolibros y mucho más con una prueba gratuita

Solo $11.99/mes después de la prueba. Puedes cancelar en cualquier momento.

Vitoria: Una ciudad de caminantes
Vitoria: Una ciudad de caminantes
Vitoria: Una ciudad de caminantes
Libro electrónico293 páginas

Vitoria: Una ciudad de caminantes

Calificación: 0 de 5 estrellas

()

Leer la vista previa

Información de este libro electrónico

Vitoria: una ciudad de caminantes proporciona una respuesta a cómo el crecimiento de la urbe vasca se ha ejecutado, sin alterar su valor ecológico, dentro del escenario natural que tenía hace 200 años. Ese es el mérito que apreció la Comisión Europea para distinguirla como European Green Capital en 2010. Es un modelo de expansión urbana singular que evitó la utilización del sistema de ensanches reticulares característicos en los siglos XIX y XX.
IdiomaEspañol
Fecha de lanzamiento22 mar 2024
ISBN9788419435439
Vitoria: Una ciudad de caminantes

Relacionado con Vitoria

Arquitectura para usted

Ver más

Comentarios para Vitoria

Calificación: 0 de 5 estrellas
0 calificaciones

0 clasificaciones0 comentarios

¿Qué te pareció?

Toca para calificar

Los comentarios deben tener al menos 10 palabras

    Vista previa del libro

    Vitoria - José Antonio Abasolo Martínez

    portada.jpg

    Primera edición digital: marzo 2024

    Campaña de crowdfunding: equipo de Libros.com

    Imágenes de portada y contraportada: Irene Escribano Jara / Alfredo Fermín Cemillán

    Maquetación: Eva M. Soria

    Corrección: Víctor Rojas

    Revisión: Adrià Gil Viñuelas

    Versión digital realizada por Libros.com

    © 2024 José Antonio Abasolo

    © 2024 Libros.com

    editorial@libros.com

    ISBN digital: 978-84-19435-43-9

    Logo Libros.com

    José Antonio Abasolo

    Vitoria: una ciudad de caminantes

    Las claves de la Green Capital de 2012

    Índice

    Cubierta

    Legal

    Portada

    Prólogo. El urbanismo verde de Vitoria

    Introducción

    Dialogando con el paisaje

    El sustrato geológico y geográfico

    Poblamiento respetuoso

    Inteligente gestión ambiental

    Alianza con los caminantes

    Creciendo sin puertas al campo

    La ocupación de la campiña

    Las alternativas: una urbanización sin ensanches

    La ciudad de los caminos y paseos

    Nueva salida a la frontera

    La calle de La Estación

    Triunfo y ocaso de los paseos

    Ciudad Jardín: una propuesta habitacional vanguardista

    La ciudad de los polígonos

    De cómo se optó por el polígono

    Tres décadas de ajedrez poligonal

    El bloqueo del mecanismo de la ciudad-máquina

    Recorte del tablero, enroque y final de la partida

    La ciudad ecológica

    El afán verde

    Los amos del suelo

    El Ayuntamiento elige el mercado

    Los Ensanches del tercer milenio

    A rebufo del Movimiento Moderno

    Pactando con los propietarios

    El sistema: optimizar el capital ecológico

    La práctica: del urbanismo dirigido al convenido

    Los pactos: de La Florida a la «playa» de Gamarra

    Los convenios: de los parques de distrito al Anillo Verde

    El gran convenio de los ensanches del año 2000

    Hacia la municipalización del suelo

    La expropiación pactada

    Un acuerdo de dudosa legalidad

    Epílogo: una ciudad de ciudades

    Conclusiones

    Anexo fotográfico

    Prólogo. El urbanismo verde de Vitoria

    Cuando abordamos el análisis de la gestión urbanística de una ciudad, nos adentramos en un paseo que revela mucho más que simples edificios y calles. Estamos explorando la historia, la cultura y la visión de una comunidad que ha tejido su identidad en la trama de su entorno territorial. En esta ocasión, el autor, el periodista José Antonio Abasolo, nos invita a sumergirnos en el interesante relato de Vitoria-Gasteiz, una ciudad que ha forjado su destino de manera planificada a lo largo de los siglos.

    A medida que exploramos las páginas de este ensayo, nos sumergimos en el tejido urbano de Vitoria-Gasteiz, donde las calles se entrelazan con la historia, las plazas son el escenario de la vida cotidiana y los parques se erigen como oasis de tranquilidad. Pero, más allá de la estética, es el compromiso de esta ciudad con la incorporación de la naturaleza en su diseño urbano y territorial, así como su apuesta por la industria y la cohesión social lo que la hace verdaderamente especial.

    No es necesario compartir en todo momento cada una de las visiones del autor para reconocer en cada página el mérito de su esfuerzo en capturar la esencia de la gestión urbanística en esta ciudad. Su enfoque en Vitoria como «una ciudad de caminantes» es revelador, pero me atrevería a añadir que hablamos de una ciudad a escala humana. Desde su fundación, Vitoria-Gasteiz ha mantenido una preocupación constante por la calidad de vida de sus habitantes, y esto ha dejado una huella indeleble en su desarrollo urbano.

    No podemos hablar de la gestión urbanística de Vitoria-Gasteiz sin mencionar su incorporación temprana del concepto de sostenibilidad. Desde la década de 1990, nuestra ciudad se ha convertido en un referente internacional en materia de sostenibilidad urbana. Sus políticas innovadoras en energías renovables, movilidad sostenible y circularidad son ejemplos inspiradores para el mundo entero. Vitoria-Gasteiz busca el bienestar de sus ciudadanos desde el equilibrio con el medio ambiente y la actividad económica.

    Además, es crucial destacar su firme compromiso con la acción climática y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS). Vitoria-Gasteiz ha incorporado activamente estas metas en sus planes presentes y futuros, reconociendo la importancia de abordar los desafíos del cambio climático y promover un desarrollo inclusivo y sostenible. La ciudad no solo se esfuerza por reducir su huella de carbono, sino que también trabaja incansablemente para mejorar la vida de sus habitantes, creando un entorno urbano y territorial que responda a las necesidades de todas las personas.

    En estas páginas, José Antonio Abasolo nos brinda una valiosa perspectiva sobre la gestión urbanística de Vitoria-Gasteiz, una ciudad que ha incorporado la naturaleza, la sostenibilidad, la calidad de vida, la acción climática y los ODS como ejes fundamentales de su desarrollo. Este ensayo es un tributo a una ciudad que ha logrado forjar un equilibrio único entre lo urbano, lo rural y lo natural, entre la modernidad y la tradición.

    Te invito a adentrarte en las calles y plazas de Vitoria-Gasteiz a través de las palabras de Abasolo, a explorar su rica historia y a reflexionar sobre el impacto del urbanismo en nuestras vidas y en el futuro de nuestras ciudades.

    Bienvenidos a este apasionante viaje por la gestión urbanística de Vitoria-Gasteiz, una ciudad que nos muestra el camino hacia un futuro más sostenible, habitable y en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

    Ana Oregi Bastarrika

    Urbanista

    Introducción

    La entidad financiera Bloomberg difundió un tuit hace unos años en el que, al describir las bondades ecológicas de Vitoria, afirmó que es «una ciudad de caminantes». Es evidente que la empresa neoyorquina se refería a la inveterada costumbre de los vitorianos de pasear —o hacer deporte— por los alrededores de su núcleo urbano, pero no podía afirmarse que quisiera decir que esos caminantes eran la causa última de los éxitos medioambientales de su urbe. Con la documentación que he consultado y el tiempo que he empleado en escribir este ensayo, me creo en condiciones de afirmar que sí lo son. A mi juicio, esos vitorianos a los que les gusta pasear por los alrededores del núcleo urbano (los caminantes, según el sustantivo utilizado por la financiera norteamericana) no son solo la consecuencia del atrayente entorno natural que circunda su perímetro urbano, algo que cualquier observador daría por supuesto, sino la causa misma de que siga existiendo tras muchas décadas de pelear y presionar a los gestores de su Ayuntamiento para que aplique las medidas que eviten su degradación. Y las autoridades municipales han sido sensibles a ese deseo de sus ciudadanos.

    Después de décadas de adoptar medidas de mejora ambiental, los políticos municipales postularon a Vitoria como aspirante al título de Capital Verde (Green Capital) en cuanto la Comisión Europea decidió instituirlo. En 2010, solo dos años después de la creación del galardón, lograron su objetivo¹. Es sabido que lo ostentaron durante los doce meses de 2012. Ya son más de una decena las ciudades europeas que tienen reconocido ese título, pero la concesión dada a Vitoria tuvo un valor añadido. El 21 de octubre de 2010, cuando la Comisión se lo otorgó, en un año en el que Estocolmo estaba ejerciendo la primera capitalidad verde del continente, su fallo sorprendió: una pequeña ciudad del norte de España, casi desconocida en el contexto europeo hasta su proclamación como capital de Euskadi, había superado a Ámsterdam en el pugilato por la capitalidad green europea de 2012, y se había adelantado a Copenhague en la pugna para lograr esa distinción.

    Si se analiza el listado de la decena larga de ciudades proclamadas Green Capital, se intuye qué es lo que intentan premiar quienes fallan el otorgamiento del título. Cuando han distinguido a consolidadas poblaciones urbanas conocidas en todo el mundo por su indudable calidad ambiental, es claro deducir qué es lo que les llamó la atención, pero cuando han premiado a otras menos conocidas, tales como Liubliana, Bristol, Essen, Nimega, Nantes y Vitoria, han intentado buscar alguna singularidad en su ejecutoria green. Desde un entorno natural excepcional que se ha sabido conservar, a un control de la gestión de la expansión urbana dirigida a poner coto a cualquier exceso. Lo que el organismo europeo ha premiado en el caso de Vitoria se refiere a esos dos aspectos: el escenario natural que rodea la urbe y su gestión respetuosa. Este ensayo describe el primero y analiza las motivaciones de las autoridades locales para aplicar la segunda. Las conclusiones que se extraen de esa reflexión son que los responsables municipales actuaron —y siguen haciéndolo— con una especial sensibilidad ambiental mucho antes de que delimitaran los emblemas más recientes de la actual Green Capital —por ejemplo, el Anillo Verde— y que lo hicieron acuciados por la presión de los ciudadanos para que sean conservados los parajes que ellos y sus ancestros usaron, primero, para cazar, y luego, simplemente, para solazarse al pasear por ellos.

    Aunque el dictamen que reconoció en 2010 los méritos de Vitoria para ser declarada Green Capital no explícita entre ellos los mecanismos de intervención pública en la gestión del suelo, este es un aspecto muy relevante del urbanismo vitoriano, sobre todo el que se desarrolló en la segunda mitad del siglo XX. La última de las tres partes de este ensayo está dedicada a investigar sus reglas de actuación, que el trabajo agrupa bajo el epígrafe genérico de «Pactando con la propiedad». En resumen, se trata de una actuación pactada con los titulares o usufructuarios de la propiedad del territorio urbanizable. La base del pacto era —y sigue siendo— una gestión ágil de los derechos y obligaciones que señala la legislación del suelo a efectos de poder actuar en sus terrenos mientras se negocia la plasmación de sus derechos en un documento con valor de ley. Los otros dos mecanismos, recogidos en los dos capítulos previos, son: el respeto al entorno natural y al paisaje que rodea la ciudad, lo que sintetizo con el título «Dialogando con el paisaje»; y el despliegue urbano capilar y flexible que introduce la ciudad en el medio natural al mismo tiempo que permite que este la envuelva, lo que se explica en el segundo capítulo, «Creciendo sin puertas al campo».

    En el epílogo se recogen lo que considero que el modelo de Vitoria puede aportar al desarrollo futuro de las ciudades. Los crecimientos poblacionales de las grandes urbes europeas y norteamericanas evolucionan en la actualidad en torno al 3 ٪. Con esta tasa, Nueva York o Londres habrán crecido hasta 2050 del 18 al 20 ٪. La ONU² estima que a mediados de este siglo el 70 ٪ de la población del planeta vivirá en zonas urbanas; aproximadamente un tercio más que ahora, por lo que los principales crecimientos urbanos se producirán en Asia y América del Sur. Nueva Delhi, por ejemplo, a pesar de que ya tiene una población de 24 millones de personas, habrá duplicado esa cifra. Lo mismo puede ocurrir en Ciudad de México, San Pablo, Lagos, Singapur, Shanghái y Pekín, como casos más destacados. Ciudad de México y Delhi apuestan por crecimientos continuos, sin límites espaciales, con gran consumo de suelo; mientras, Singapur y Shanghái optan por acumular edificación en vertical para optimizar el aprovechamiento de su territorio. Otras ciudades abocadas a crecer a ritmos muy elevados —en especial Pekín y otras aglomeraciones chinas— han optado por convertirse en el epicentro de enormes megalópolis. Es evidente que ninguna de estas opciones aporta soluciones dirigidas a un modelo más sostenible de urbanismo, por lo que los nuevos esquemas europeos, como el de las Green Capital, podrían proporcionar esquemas más operativos.

    Referencias

    Ochoa de Olano, I. (2010). Vitoria reinará en la Europa verde en 2012. El Correo. El jurado calificador de los méritos de las seis ciudades aspirantes a ejercer la capitalidad verde europea de 2012 (un premio creado por la Comisión Europea en 2008) decide el 21 de octubre de 2010, en Estocolmo, otorgar esa distinción a Vitoria, tras una reñida competición de la capital vasca con Barcelona y Malmö (Suecia).

    UN-Habitat. World Cities Report 2022.

    Dialogando con el paisaje

    El paisaje que rodea Vitoria ha predeterminado la forma de la ciudad. Y los vitorianos, en un diálogo secular con él, han conseguido que las autoridades municipales lo domestiquen, para su uso urbano sin alterar su esencia. Esa forma de proceder es la primera regla del urbanismo verde que se ha practicado desde antiguo en la capital del País Vasco: transformar, pero manteniendo lo esencial. Es una forma de proceder muy delicada, porque, ¿qué es lo que hay que conservar? ¿El trapecio de césped que el avance urbano ha dejado frente a mi ventana?, ¿el bosquecillo en torno a la charca en la que cazaba ranas siendo un niño?, ¿el olmo centenario que hemos logrado salvar en un parterre protegido por una verja de hierro? En estos tres supuestos, y en muchos otros que podríamos relacionar, hay una visión subjetiva del observador: una confusión entre lo que ve reflejado en su retina y lo que esa imagen evoca en su cerebro. Pues «toda valoración de un paisaje lleva intrínseco un componente importante de estimación personal, de valoración subjetiva»¹, y eso supone un riesgo de confundir el todo: la armonía del conjunto, con las partes que lo componen.

    La apreciación paisajística que se ha sabido ver y mantener en Vitoria es algo más sutil. Puede basarse en un elemento subjetivo. Por ejemplo, en el sonido de las campanas de los templos que coronan el Casco Viejo y de las iglesias de las aldeas que salpican el llano circundante, el que recuerda Juan López de Uralde², un oriundo acostumbrado a vivir lejos de su urbe natal, cuando oye el tañido de un campanario en cualquier parte del mundo en el que se encuentre. Pero también tiene su sustento en la percepción objetiva de un foráneo, que no puede ver trufada su visión por un recuerdo, como es el caso de la especialista en arte Rosa Olivares tras su primera visita. «Lo primero que llama atención a un visitante en Vitoria es esa extraña sensación de ciudad abierta, de tranquilidad ambiental»³. Algunos escritores han tratado de buscar las causas de esa «sensación de tranquilidad». Uno de ellos, Ricardo Becerro de Bengoa, la atribuye al «delicioso llano que rodea la ciudad, sembrado todo de tierras de labor, decorado con grandes arboledas y cortado en todas las direcciones por infinidad de sendas y caminos»»⁴. En 1776, más o menos cien años antes, un inglés⁵ explicaba así la impresión que le causa cruzar la llanura alavesa camino de Vitoria. «No encuentro palabras para expresar su maravillosa fertilidad, la multitud de aldeas que se ven en todas las pequeñas elevaciones, los majestuosos bosques que se extienden junto a las tierras de pan llevar». Ya entrado el siglo XX, el comandante de un avión alemán que tuvo que aterrizar en el aeródromo improvisado en las praderas de Lakua comparó la pista de aterrizaje con un «salón alfombrado»⁶. Todos los testimonios hablan de un contexto que cautiva al visitante y enamora al autóctono.

    El sustrato geológico y geográfico

    La primera causa de todo ello hay que buscarla en la geología y la geografía. En términos geológicos la llanura alavesa es una de las depresiones formadas por la erosión de las montañas emergidas durante los plegamientos orográficos que originaron los Pirineos. La génesis del espacio encerrado entre montes que rodea Vitoria es similar al de la cuenca de Pamplona, al valle de la Burunda (a medio camino entre ella y la capital navarra) y al rellano prepirenaico de Lumbier-Aoiz⁷. Tras los últimos cataclismos geológicos del mioceno, que tuvieron lugar hace unos 20 millones de años, las lluvias y los ríos degradaron más y con mayor rapidez a los materiales blandos que habían quedado tras los plegamientos entre las cadenas de sierras orientadas de este a oeste. Pero mientras que en las zonas más próximas a la cordillera pirenaica, la erosión conformó hoyas con rasgos de barranco, en el entorno de Vitoria dio origen a una planicie. La causa de esta singularidad es la diferente disposición de los circos montañosos que rodean las zonas erosionadas. Basta ver un mapa geológico para apreciar la peculariedad de la depresión que hoy forma la llanura alavesa. Las montañas que, a modo de gradas, se descuelgan del Pirineo, como si fuera un brazo, hacia lo que los geólogos llaman «el umbral vasco» de la cordillera se abren, como los dedos de una mano, cuando llegan a la altura de Vitoria.

    Mapa

    Umbral pirenaico vasco. Las alineaciones montañosas que se descuelgan de la cordillera pirenaica (a la derecha) crean valles estrechos entre ellas en su avance por el territorio de Navarra y el País Vasco hasta que se separan rodeando a Vitoria como una tenaza abierta (izquierda del mapa). Fuente: «La cuenca vasco-cantábrica a través de sus cartografías geológicas». Luis Martínez Torres. Universidad del País Vasco (UPV), 1998.

    La explicación de esa apertura es que, en este último eslabón, las montañas se formaron en torno a una plataforma que, durante más de 200 millones de años, estuvo sumergida, formando un mar de poca profundidad. Los montes del norte —cuyas cumbres de Gorbea, Anboto y Aratz son las que se ven más al fondo del escenario que se divisa desde Vitoria— fueron arrecifes del mar, más profundo, que separaba la placa ibérica, la actual península, de la plataforma europea. La alineación de alturas del Sur, más suave y cercana a la zona urbana, es consecuencia de la erosión producida durante el Terciario (hace unos 50 millones de años) sobre formaciones geológicas continentales, las creadas a la orilla de ese mar somero después de la retirada de las aguas. La circunstancia de que este lecho submarino sea más elevado que el del fondo de los valles más occidentales que unen al Pirineo con la cordillera Cantábrica es lo que provoca esa impresión de estar en un altiplano aislado cuando se camina por la campiña que rodea la ciudad.

    Los otros elementos del paisaje —la vegetación, los ríos, etc.— son una consecuencia de este contexto geológico y orográfico. La particular disposición de las cadenas montañosas, alineadas de este a oeste, genera un acusado contraste entre el plegamiento norteño y la falla del sur: la depresión del Ebro. Pero no es un cambio brusco, sino progresivo, y se centra en las comarcas centrales de esa banda transicional. Una de ellas, quizá la más importante, es la Llanada Alavesa. El tipo de suelo (más o menos silíceo o calcáreo), la altitud (que varía en más de 500 metros entre los meandros del Zadorra y las cimas del circo montañoso) y el clima (que fluctúa entre el subcantábrico y el submediterráneo según la latitud en la que esté cada barranco, cada ladera o cada seto fluvial), configuran una vegetación muy variada. Un estudio clásico⁸ explica que en los países mediterráneos se produce «la mayor variedad de cultivos y topografías dentro de una distancia corta». El autor cita, en este sentido, las variaciones que se producen entre el punto más bajo de la Tierra, el mar Muerto, y las montañas de alrededor de 6000 metros cercanas a Teherán. A una escala menor, esta misma variación se produce entre la

    ¿Disfrutas la vista previa?
    Página 1 de 1