La jungla de mi memoria
Por Ramon Bayés
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Muy probablemente no puedas acordarte, bien porque no estuviste allí o bien porque ni siquiera vivías cuando eso sucedió. En cambio, Ramon Bayés, uno de los grandes referentes de la psicología de nuestro país, nacido en 1930, sí estuvo allí. Y Ramón, con lucidez, con brillantez, recuerda.
Este libro es un homenaje a su vida y, sobre todo, a sus recuerdos, con los que tenemos la fortuna de poder contar, en su voz privilegiada, para ilustrar la vida del pasado y entender así mejor nuestra vida del futuro.
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La jungla de mi memoria - Ramon Bayés
Recuerdos de infancia y juventud
ME ACUERDO
Sobre la prehistoria de mi vida
… de que mi madre me contó que, cuando nací, mi padre quería que me llamara Pancracio, ya que solía invocar con frecuencia al santo para que no nos faltaran salud ni trabajo.
… de que me libré por los pelos. Estuvo a punto de conseguirlo.
… de que, al final, mi madre consiguió que fuera Ramon, y por eso y por otras muchas cosas le quedo infinitamente agradecido.
… de que no sé qué habría sido de mi vida si hubiera llegado a llamarme Pancracio.
… de que solo hay que revisar la divertida obra de Oscar Wilde La importancia de llamarse Ernesto para hacerse una idea.
ME ACUERDO
De cuando era un bebé
… de que observo con claridad a un niño de cerca de dos años gateando sobre un sofá, con un brillante clavo de carpintero en cada mano, acercándose sonriente a un enchufe eléctrico blanco redondo que lo desafiaba desde la pared.
… del color, dibujo y textura de la tapicería del sofá.
… de que intenté introducir los clavos en los dos atractivos agujeros del enchufe.
… de que, tras un relámpago, todo quedó a oscuras durante varios años.
ME ACUERDO
La astuta estrategia de mi abuela Rosa
… de que mi abuela Rosa, la única abuela que he conocido, siempre iba vestida de negro y vivió con nosotros hasta que murió.
… de que un día me contó que su marido, mi abuelo, había fallecido muy joven de las fiebres que se contagió cuando fue soldado en la guerra de Cuba.
… de las lavativas y de una enorme cuchara rebosante del temible aceite de ricino.
… del hongo milagroso que cultivábamos todos los vecinos.
… de que mi abuela Rosa convenció a mis padres de lo importante que era para mi educación que cada semana asistiera a los programas de dos películas de los cines más próximos a nuestro domicilio en el barrio de Gracia: el Principal y el Comedia.
… de que estaba dispuesta a sacrificarse y acompañarme al cine.
… de que gracias a ella me convertí en cinéfilo.
… de que era adicta al cine y yo le servía de coartada.
… de que, a lo largo de mi vida, he ido confeccionando una lista con las películas que me gustaban, y que esta abarca el periodo 1927-2021.
… de que las últimas que he visto y forman parte de la lista han sido Varda por Agnès (2019), de Agnès Varda, y Vortex (2021), de Gaspar Noé.
… de que Agnès filmó su película antes de morir, cuando tenía noventa años.
… de que en ella se muestra activa, joven y creativa.
… de que fue sin duda una mujer libre hasta el final de su vida.
… de que Vortex, en la línea de Amor de Haneke, muestra nuestra impotencia ante el desmoronamiento progresivo del cuerpo y el espíritu producidos por el envejecimiento.
… de que hemos confeccionado, con mi gran amiga Beatriz Ogando, otra lista de películas sobre temas relacionados con la muerte y el sufrimiento, que, desde la pandemia, continúa ella en solitario.
… de que, en este momento, puede accederse a ella desde aquí.5
ME ACUERDO
Sobre las tiendas del barrio
… de que delante del cine Principal había una pequeña lechería que tenía vacas en un establo visible al entrar en la tienda.
… de que la dependienta, tras coger mi lechera, preguntaba: «¿De qué precio la quieres?».
… de que, al escuchar mi respuesta, ordeñaba una vaca, pasaba delante de un grifo y le añadía una cantidad proporcional de agua en función del precio solicitado.
… de que en el barrio de Gracia, en la esquina de mi calle, Sant Pere Màrtir, había un colmado cuyo dueño era el señor Paco, al que íbamos a comprar legumbres, patatas y cebollas.
… de que en la entrada de la tienda se mostraba el misterioso letrero «ULTRAMARINOS».
… de que nunca me atreví a preguntar qué eran y dónde estaban los ultramarinos.
ME ACUERDO
Mi tieta Mercè: un ángel de Frank Capra
… de que la tieta Mercè, hermana de mi madre, también vivía con nosotros.
… de que era un auténtico ángel escapado de una de las mejores películas de Frank Capra.
… de que solía sentarse, con su viejo kimono, sobre mi pequeño triciclo. Sonriente, siempre sonriente.
… de que conservé mi querido chupete hasta que una tarde muy gris, cuando contaba unos tres años, mi padre dijo con dureza: «¡Ya eres mayor!», y arrojó mi chupete a los gatos negros que correteaban por el cobertizo de uralita al final del patio.
… de que la tieta Mercè me abrió sus brazos y me consoló.
… de que la quería todavía más que a mi gran conejo blanco Pichichi, que acudía cada tarde a mi llamada para recibir su algarroba.
… de que Pichichi desapareció misteriosamente del gallinero durante unas fiestas de Navidad.
… de que mi madre, excelente cocinera, no supo explicarme su ausencia.
… de que mi abuela mataba a las gallinas con un golpe seco en la nuca, lo cual siempre me impresionaba. Era el verdugo perfecto de las sentencias que dictaba mi madre.
… de que Tick era un foxterrier aventurero que algunas noches desaparecía de casa para regresar, sucio y no siempre en buen estado físico, al cabo de un par de días.
… de que mi tieta Mercè siempre estaba dispuesta a jugar conmigo y con Tick, y a ayudar a los demás, a todos los demás. Sentías que disfrutaba mientras lo hacía.
… de que la tieta Mercè también quería mucho a mi tortuga Fanti, que, en invierno, se enterraba ella sola en nuestro pequeño jardín y desaparecía.
… de que, mucho más tarde, mi estimada tieta sufrió un terrible cáncer que pasó en silencio en el Hospital de la Cruz Roja mientras una tenue sonrisa se dibujaba apenas en sus pequeños labios.
… de que, finalmente, desapareció dentro de una cajita y se marchó de mi mundo y del de Tick y Pichichi.
… de que, mucho antes, mientras estuvo vendiendo pollo a l’ast en la tienda de una vecina, los clientes estaban encantados con ella. Había encontrado el secreto (siempre lo tuvo) de disfrutar con cualquier cosa. Era una especie de maga. Hacía sentirse bien a las personas que tenía a su alrededor.
… de que para mi tieta no existían los otoños; siempre era primavera.
… de que, siguiendo los consejos de mi madre, el Gran Capitán de la familia (a quien también quería, pero de otra manera), la estafaron en la compra de un terreno en Mallorca que tenía intención de dejarme en herencia algún día.
… de que las fotos de la maqueta que mostraban los folletos de la inmobiliaria eran muy bonitas, pero que el terreno no era urbanizable.
… de que mi madre también fue estafada.
… de que mi tieta, desde hacía muchos años, cada mes pagaba una modesta cuota para su entierro.
… de que, cuando viajó sola a Cambridge para visitar a mi hermana sin saber ni una palabra de inglés, atravesó Londres en metro, localizó la estación, cogió el tren y llegó sin dificultad a su casa, en las afueras de la ciudad, hablando únicamente catalán y sonriendo.
… de que era un ser extraño en nuestro mundo hostil. Su existencia fue un maravilloso regalo del azar. Sin envidia ni malicia, divertida, ingenua, generosa: un regalo que sigue vivo en mi corazón.
ME ACUERDO
Mi primera comunión rodeado de banderas falangistas
… de mi primera comunión, en la iglesia de Santa Teresita, en traje de marinero, rodeado de unas chicas muy monas vestidas de