ant'Egidio alla Vibrata. Así se llama el pueblo que toca el valle de los Abruzos, en la provincia de Téramo, donde vibran las almas de quienes viven el futuro de la fábrica de géneros de punto más silenciosa de Italia, Maglificio Matisse. Silenciosa como el lujo al que pertenece. La razón del nombre no hay que buscarla en un noble árbol genealógico, sino en la idea de un empleado perdido en la noche de los tiempos. Quería que sonara así, francés, poético, un poco internacional, casi inconsciente de que esa riqueza artesanal podía ser capaz de saltarse clichés, épocas, fronteras. Hoy, los mismos clichés son sorteados por tejedores de 60 años que hablan a los ojos brillantes, y Paride, de 17, alegres ojitos detrás de un telar tan grande como la historia de Italia que ha tejido. Con vaqueros y camiseta morada, Sofía, de 18 años próximamente, eligió "esta escuela porque mi abuela es sastra, me ha transmitido esta pasión. Yo quiero ser diseñadora de moda; ella, modelista (señala a su compañera de clase, a la que querrá a su lado incluso después de haber trepado por los pupitres)". "Un antiguo profesor mío me decía: cada uno es su propio empresario, cuanto más inviertes en ti mismo, más carrera haces. Sé que en mi época todo era diferente a hoy, a estas generaciones les cuesta más emerger y lo leemos todos los días en todos los periódicos y en los ojos de estos chicos", dice Federico, 45 años, oficial de programación. "La verdad, yo quería dibujar, pero desde que descubrí la programación, me estoy metiendo de lleno; hay un choque en mi cabeza en este momento, entre la parte analítica y la creativa", responde Roberto, de 17 años. "Este Pcto (Percorsi Per Le Competenze Trasversali e l'Orientamento, ed.) nos ayuda porque si dejamos la escuela y venimos aquí a trabajar ya sabemos lo que tenemos que hacer. Además, la fábrica de géneros de punto está cerca de casa, no todos queremos huir de nuestra tierra", dice Andrea, 18 años y una maxicoleta colgando sobre un biombo. Cindy sonríe, con una cascada de extensiones rubias y botas anfibias más grandes que ella. Quiere irse lejos, quizá a Milán, quizá a Londres, "quiero hacer cosas especiales". "Nos han elegido, es un honor", habla Marah, con una convicción que presagia la respuesta a la pregunta: "¿Siempre has querido trabajar en la moda?". "Sí. También porque este proyecto solo existe en unas pocas ciudades de Italia". Los cursos del Istituto Statale Russell-Newton de Scandicci y del Istituto Ostilio Ricci de Fermo también forman parte de la colaboración con Ime, el Instituto de Oficios de Excelencia de LVMH (grupo de la casa Fendi) que participa en la creación de numerosos proyectos dedicados a la transmisión de a las nuevas generaciones. "Mucha gente piensa que los directores creativos ya nacen directores creativos. Nos explicaron que para llegar a la cima hay que dar toda la vuelta; se empieza desde la base, poco a poco habrá tiempo para aprender, para ir subiendo, del hilo al tejido y al mundo", concluye Martina, gafas redondas y empañadas. Como aquí, en la tejeduría, empezamos por el ojo de una aguja. Aunque a veces parezca imposible de encontrar.
PUNTO GENERACIONAL
Apr 18, 2024
4 minutos
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