Vamos a empezar por lo básico. No existe La profecía sin El exorcista. La película de William Friedkin había conseguido muchas cosas cuando se estrenó en 1973, quizá la más importante los 193 millones de dólares que alcanzó en la taquilla en todo el mundo en su estreno original (hoy y con posteriores reestrenos, lleva la friolera de 441 millones de dólares). Pero además la película generó un interés por el género desde un punto de vista adulto. Se había generado una repercusión social, un debate sobre el tema en la cultura popular, algo que no había sucedido de igual manera cinco años antes con la también brillante La semilla del diablo, que fue un éxito, pero no a la altura de El exorcista. Además, la película fue nominada a diez Oscar de la Academia, y fue la primera película de terror en ser nominada a mejor película, ganando las estatuillas a mejor sonido y mejor guion adaptado.
Hollywood quería cine, “finge, hasta que lo consigas”. Ese era su plan, decir que era guionista a todo el mundo hasta que le diesen un trabajo como tal. Una oportunidad que llegó sobre todo cuando Roald Dahl abandonó el rodaje de . La productora no podía anunciar que el autor se iba de la película, así que contrató a un escritor fantasma, Seltzer. No tendría créditos en la película, pero le producirían su siguiente guion, que no funcionó y dejó la carrera del guionista algo parada, hasta que Bernhard contactó con él y le preguntó si había visto . “Escríbeme una de esas”, le dijo el productor. Así nació . O, mejor dicho, , que era el título que se barajó inicialmente.