PARA LOS RUNNERS NO HAY FRONTERAS. DE CORRER EN EL PARQUE, SE SUELE PASAR A PROBAR SUERTE EN LAS CARRERAS DE TRAIL O DE MONTAÑA. LOS MÁS OSADOS HACEN, INCLUSO, MARATONES EN LA ANTÁRTIDA. ¿PODRÍA SER EL ESPACIO EL SIGUIENTE RETO?
El pasado mes de octubre, el ultrafondista ecuatoriano Millán Ludeña, especializado en completar pruebas en ambientes extremos (ha corrido maratones en la Patagonia, el Sáhara, y hasta en el interior de una mina surafricana a 3.500 metros de profundidad), manifestó su deseo de convertirse en el primer runner ‘civil’ en correr una maratón en el espacio. Afirmó, incluso, que ya había iniciado contactos con Richard Branson (magnate involucrado en el futuro negocio del turismo espacial) con el fin de hacer ese sueño realidad.
Pero no sería la primera persona en hacerlo. Los astronautas que pasan temporadas en la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés) corren, y mucho, para combatir uno de los efectos más indeseados de vivir en el espacio: la osteoporosis. Para ejercitarse, los astronautas utilizan dos modelos diferentes de cinta de correr. La primera es el Sistema de Aislamiento de Vibraciones de la Cinta de Correr (TVIS), que se encuentra en el módulo de servicio Zvezda. La segunda, añadida más tarde, es la Cinta de Correr de Resistencia Externa con Carga Operativa Combinada (COLBERT), que se encuentra en el módulo Tranquility. Ambas han sido diseñadas para ambientes de microgravedad, y cuentan con arneses y correas para que se sujeten los astronautas mientras corren, y evitar así salir flotando.
Las estructuras que sostienen estas cintas de correr se han adaptado para su uso en el espacio. Y el mayor reto