iempre me habían encantado los libros. El problema no era que ya no los amara, sino que no sabía cómo hacerlos funcionar", lamenta Hélène al principio de , la novela de Lilia Hassaine. "No había botón lateral, ni modo reposo. E incluso cuando conseguía concentrarme durante dos o tres páginas, sentía que el corazón me latía con fastidio, las frases eran demasiado largas, demasiado locuaces, no iban dirigidas a mí, y me tocaba hacer el esfuerzo de leerlas y entenderlas". Como Hélène, muchos de nosotros ya no podemos terminar un libro, atrapados por la llamada de Instagram o Netflix. En la era de la economía de la atención, estas plataformas tienen un único objetivo: capturar nuestro "tiempo cerebral disponible" hasta abstraernos por completo de la realidad. Para Gérard Macqueron, psiquiatra y autor de , esta y va a por lo más destacado, lo que le aterra o le produce placer". De ahí nuestra fascinación por los reportajes sobre chinches o los vídeos de gatos. Por otra parte, la atención endógena – el acto voluntario de concentrarse en algo– se ve socavada. "La facilidad de acceso a la información en internet hace que perdamos el hábito de reflexionar", advierte el médico. "Nos conformamos con la respuesta inmediata porque requiere menos esfuerzo".
CULTIVAR LA CAPACIDAD DE CONCENTRACIÓN
Mar 21, 2024
5 minutos
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