Que Elon Musk considera que su influencia le permite estar por encima del bien y del mal no es ningún secreto. El problema es que –por mucho que se empeñe– no todo el mundo cede a sus chantajes.
Su último encontronazo ha sido con el estado de Delaware, donde el magnate tenía, hasta ahora, el domicilio fiscal de su empresa aeroespacial SpaceX. La razón ha sido una decisióncon millones de acciones de la compañía a un precio ridículo. Esta sentencia ha indignado tanto a Musk que ha decidido llevarse SpaceX a Texas, un estado que se está convirtiendo en el nuevo paraíso fiscal estadounidense. Es más, el propietario de X también está considerando llevarse a este estado la sede de Tesla. También está usando su red social para ‘invitar’ a otras empresas a seguir sus pasos y abandonar definitivamente Delaware, un lugar que en los últimos años ha reducido drásticamente sus tradicionales –y polémicos– incentivos fiscales.