Allá por el año 90 d. C., si bien sobre la precisión de esta fecha hablaremos más adelante, un comerciante romano de origen libio llamado Julio Materno aprovechó los éxitos militares del Imperio para abrir una fértil ruta comercial para contactar con los desconocidos reinos de las profundidades de África. Y de paso se ganó el aplauso de un emperador tan complicado como Domiciano.
La historia de Julio Materno fue recogida, nuevamente, por el geógrafo, matemático y astrónomo Claudio Ptolomeo, quien debió de escribir su relato