Esto es lo que pasa cuando le preguntas a Zendaya (California, 1996) por sus peores looks. Tiene que entrar en una máquina del tiempo y retroceder hasta su primera gira de prensa para su programa Shake It Up de Disney Channel en 2012. Busca en Google “Germany Zendaya” y me enseña su iPhone, mostrándome una foto de ella apoyada en una barandilla de cristal en Múnich, con pantalones acampanados y una chaqueta de punto a rayas con una blazer aguamarina y camiseta amarilla. En aquella época no tenía presupuesto para ropa, pero tenía a Law Roach. «Todavía estoy enfadada con él», bromea. «¿Por qué me has puesto esto? ¡Podías haberlo hecho mejor!», se ríe. El outfit fue una de sus primeras colaboraciones con su estilista de toda la vida, a quien conoció a través de un amigo de la familia cuando ella tenía 14 años y él dirigía su boutique de Chicago, Deliciously Vintage.
Rememorar con ella, en una mesa de la trastienda privada del Crossroads Kitchen (un restaurante vegano de alta gama en West Hollywood), los tropiezos de moda que cometió (y aún comete) cuando era prácticamente una niña, me recuerda lo mucho que ha crecido en el ojo público. La hemos visto pasar de los encantadores de adolescente a los de Roach, que hacen que te preguntes si Dios es su sastre personal en la Tierra. Pero la transformación de estilo de Zendaya es sólo una de las formas en que ha evolucionado más allá de sus raíces. Bajo el lujoso resplandor