Para doña Ana Lucía, estos dos años han sido los más desgastantes y dolorosos de su vida: “Nome levantó, veo a Octavio en una foto y le digo: ‘Buenos días, hijo. Ayúdame en mi día y descansa en paz; un día estarémos de nuevo juntos y seremos muy felices’. No era el momento ni la edad para que él se fuera, tampoco la manera. Me causa mucho dolor saber que ya no está; al final empiezo a llorar sola… Ha sido un proceso muy duro. Pudieron ser 50 o 100 años los que le dieron de sentencia al policía, pero a mi hijo ya no me lo va a devolver nadie. Cada día se vuelve más fuerte su partida: fue mi cumpleaños y mi hijo no es-tuvo, Día de las Madres y no estuvo; Navidad y Año Nuevo y su silla está vacía. Saber que ya no va a regresar es un dolor interminable”.
