NATIONAL GEOGRAPHIC EDICIÓN DEL ESPACIO
CUANDO EL UNIVERSO ERA JOVEN, hace más de 13 500 millones de años, en el abismo no relucían las estrellas. Los astrónomos denominan esta época la edad oscura, cuando el cosmos estaba lleno de hidrógeno y helio, el material primigenio de todos los mundos que vendrían.
También había una sustancia misteriosa conocida como materia oscura, cuya gravedad hacía girar el gas en una red compleja. A medida que la materia se fue expandiendo y enfriando, una parte de la materia oscura se consolidó en órbitas inmensas, jalando el gas hacia sus centros. La fuerza de gravedad aumentó dentro de estos halos, como los denominaron los astrónomos, lo que obligó a los átomos de hidrógeno a fusionarse para formar helio y esto produjo las primeras estrellas del universo primitivo.
Observé la chispa del surgimiento del cosmos con lentes 3D. Sentado frente a un proyector en el Instituto Kavli para la Astrofísica de Partículas y Cosmología, de la Universidad Stanford, me maravillé con los filamentos de materia oscura –en pantalla, de un gris fantasmal– que se bifurcaban entre halos a medida que el universo se expandía. Una vorágine de estrellas recién nacidas giraba en espirales hacia el centro de los halos para formar las primeras galaxias.
Los científicos llevan décadas completando la historia sobre el origen del universo, pero desde el año pasado el telescopio espacial más grande y avanzado que jamás se haya construido ha reescrito los primeros capítulos. Las galaxias antiguas que ha captado el Telescopio Espacial James Webb (JWST) son