En la misma época, nació la corriente espiritual jainista, caracterizada por su carácter humanitario y su oposición, al igual que el budismo, a los sacrificios de animales y a los rituales complicados y estériles propios de la ideología brahmánica.
El budismo fundamentó su espiritualidad en la consecución del Nirvana, mientras que el jainismo sostenía que no existían dioses, y que solo el principio único y universal era la base de la existencia del cosmos y, como resultado, de este planeta y de la vida en él. Por lo tanto, se debía respetar no solo la vida humana, sino toda forma de vida que resultaba de la evolución del planeta.