TUVE QUE JURARLO TRES VE-CES: una por escrito, otra al entrar y otra al despedirme. Ni una palabra sobre dónde se encuentra esta sala sagrada. Nadie que no tenga una tarjeta de identificación de empleado ha entrado aquí desde hace siete años, pero yo he tenido la suerte de poder hacerlo y te cuento cómo ha sido la experiencia.
Llego a esta estancia por medio de un montacargas y nada más abrirse las puertas alucino con lo que veo frente a mí: auténticas joyas de la historia de BMW una junto a la otra. El portavoz del departamento de clásicos de la marca, Marc Thiesbürger, me pregunta: "¿Empezamos ya o primero echamos un vistazo a las cuatro