Conocido por ‘coleccionar’ bellezas (a las que denominba ‘cisnes’), Truman Capote manifestó en reiteradas ocasiones su especial admiración por Babe Paley, la mujer que acuñó el terminó socialite y bendijo de estilo y distinción la esfera social de la Nueva York de los años sesenta. De ella, el escritor y autor de obras como Desayuno con diamantes o A sangre fría –entre otras obras meastras–, llegó a decir que el único defecto que albergaba era la perfección, pero por lo demás, era perfecta.
Nacida en Boston en 1915, desde 1938 hasta su matrimonio en segundas nupcias con William S. Paley, fundador de la CBS, nueve años después, muy pronto se erigió decana del buen gusto y de las maneras exquisitas. Todo en ella resultó llamativo en una época en la que el canon de belleza femenino y de mujer empoderada pasaba por todo lo contrario: cuerpos zigzagueantes, alturas diminutas y cero respeto por la discreción. Paley cambió las reglas del juego siendo ella misma. Una mujer culta, experta en detalles y afable: siempre rodeada de una selecta camarilla de amistades. También, aficionada a las manifestaciones artísticas, como la moda. Y es en esta disciplina donde la experta en la materia se hizo indispensable.