El regreso de Harrison Ford a uno de los dos personajes que le convirtió en estrella –junto al Han Solo en Star Wars– tiene el aire de un final de ciclo en eso que Julian Stringer dio en llamar movie blockbusters en su libro homónimo sobre los taquillazos que han marcado la tendencia dominante en las producciones de la industria del ocio audiovisual estadounidense desde finales de los años setenta con el estreno de películas como Tiburón, La guerra de las galaxias o, precisamente, el debut de Harrison Ford como Indiana Jones protagonizando En busca del arca perdida.
Falta por saber si marcará en la que tanto protagonismo ha tenido el personaje del intrépido arqueólogo que aquí se nos presenta en su quinta y quizá definitiva aventura por lo que se refiere a la contribución a la saga de Harrison Ford, haciendo realidad los rumores que afirman –y que no nos queremos creer–, que Ford está ya pensando en retirarse del cine a sus 80 años, pero lo que está claro es que, independientemente parte de crítica y espectadores, del rendimiento en taquilla que obtenga y de la recepción por tiene ya reservada una plaza entre las películas históricamente más significativas por su papel como punto de inflexión de la tendencia industrial de producto audiovisual dominante en los hábitos de consumo de los espectadores y en un sentido u mitad del siglo otro va a dejar huella en la cultura de masas de esta primera XXI.