Célebre bailarín de los espectáculos musicales de Broadway, Robert Louis Fosse empezó a dejar su huella en el cine como coreógrafo, destacando como renovador del género musical en un momento en el cual este se enfrentaba a un ocaso de la era clásica, imponiendo su firma personal en sus números musicales, marcados por las rodillas torcidas, bautizadas como las “Fosse amebas” y lo que se dio en etiquetar como “manos de jazz”, frecuentemente cubiertas con guantes y con sus personajes habitualmente llevando sombreros, bastones y bailando con sillas, derivados de su admiración por Fred Astaire y sus números en los clásicos de Hollywood de los estudios RKO y MGM.
Fue precisamente esa asociación de la conversión de sus bailarines en una especie de, mundo en el que él mismo se había formado y trabajado como bailarín desde la adolescencia, con el lo que marcó tanto sus coreografías como sus trabajos como director.