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perder sería un bajón, pero ganar daría miedo, mucho miedo”. Sin contener su emoción, un joven Ben Affleck (Berkeley, California, 1972) pronunciaba estas palabras con su primer Oscar en la mano en 1998, por el guion de al lado de su amigo de la infancia y coescritor y antes de dar las gracias a todos lo que habían hecho posible que dos chavales de barrio pobre de Boston llegaran hasta allí. En esa frase, en principio muy del lugar común, se escondía, en realidad, parte de lo que vino después para él. Más de dos décadas de bajones y miedos que, por fin, a sus 50 años y con muchos títulos a su espalda y en