e conocido a tanta gente”, comienza Florence Grinda recapacitando con cierto asombro sobre su vida. Creció en París, en el mismo edificio que Cristina Onassis con quien pasaba las vacaciones, las de verano en Skorpios y Saint-Moritz en invierno. Andy Warhol la retrató y en su agenda están nombres como Brigitte Bardot, principal, está revestida de paja. “Quería crear un poco de variedad”, señala Grange. “Además, las casas de paja siempre añaden un poco de poesía”. El interiorista también ayudó con la decoración, acompañó a Grinda en la búsqueda de tesoros por anticuarios y mercadillos de media Europa, así llegaron las sillas de comedor de los 60, las jaulas de pájaros que cuelgan de las vigas del salón, cerámicas de Bela Silva o la colección de espejos de mimbre. Pero también otras más elevadas, como las sillas de Franco Albinin y Audoux-Minet; una mesa de Jacques Adnet o un aparador de Guillerme & Chambron y telas naturales, pero encontradas en tiendas de saldos de Marché Saint Pierre. El conjunto, al final, define el carácter intrépido y lúdico de Grinda. “Hay mucha fantasía y libertad en sus elecciones”, afirma Grange. Un buen ejemplo es la obra de arte de Jean-François Fourtou, cuatro huevos estrellados hechos de resina que presiden el comedor. Mientras que las paredes de las habitaciones están habitadas por bancos de peces de cristal de Murano de los 50 y 60, cerámicas de Robert Picault, jarrones de Accolay, otros de Alemania Occidental de mediados del s. XX, y hasta dispuso de una habitación solo para sus vajillas. Todo orientado a un jardín que creó su amigo el paisajista Louis Benech, a partir de flores azules y violáceas, limoneros, naranjos y olivos que rodean la piscina que también hace de alberca. Todo el que ha participado de este refugio forma parte de la familia escogida de Florence, porque son esos quienes convierten las casas en hogar.
Espíritu libre
Jun 01, 2023
2 minutos
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