Afinales de los años 60, las modelos comienzan a ganar notoriedad en el mundo de la moda, y en la década de los 90 se convierten en celebridades, integrándose en el imaginario colectivo de nuestro tiempo. En otras palabras: todos sabemos quién es Elle Macpherson, Naomi Campbell, o Kate Moss (por nombrar solo a algunas de las más populares). Sin embargo, en el mundo de la pintura y la escultura, la realidad es bien diferente, ya que la imagen de las modelos plasmada en los lienzos es muy popular, pero salvo los especialistas, nadie es consciente de cualquier otro aspecto de la identidad de estas mujeres, de las que tan solo conocemos su imagen.
El historietista Milo Manara pone el dedo en la llaga cuando dice: «Todos conocemos el nombre de Caravaggio, e incluso el título de algunos de sus cuadros más célebres, como La muerte de la Virgen (1604-1606). Pero solo los especialistas saben que para pintar a la madre de Jesús utilizó el cuerpo inerte de una prostituta ahogada en el rio Tíber, cuyo nombre era Phyllis».
Manara se propone sacar del olvido a estas modelos, y para ello crea su obra (publicado en España dentro del volumen), que, en último término, es la fuente de inspiración de