La carrera fílmica de Akira Kurosawa sirvió para situar en el mapa el cine japonés, desconocido para el espectador medio durante la segunda mitad del siglo XX. El director nipón firmó grandes obras maestras como Rashomon, Los siete samuráis o Dersu Uzala, que le permitieron disfrutar de un reconocimiento parcial y tardío en Hollywood al alzarse en dos ocasiones con el Oscar a la mejor película internacional.
Pese a dentro de los estándares de la meca del cine. Su original uso del montaje, en el que utilizaba recursos tan menospreciados como el corte de salto, le convertía en una . Más tarde, su particular estilo fue reivindicado principalmente por los jóvenes directores del “nuevo Hollywood”, generación que comenzó a despuntar en la década de los setenta, y que poco después marcaría el rumbo de la industria. Sin ir más lejos, George Lucas confesó haberse inspirado en para darle forma a la primera entrega de , además utilizó frecuentemente la transición en cortinilla que Kurosawa había convertido en uno de sus sellos personales y también tanteó a Toshirô Mifune, actor fetiche del director japonés, para interpretar el papel de Obi-Wan Kenobi. Durante la década de los ochenta, Francis Ford Coppola, ferviente admirador de su obra, le ayudó a reunir la financiación necesaria para el rodaje de , después de que la 20th Century Fox cancelase el proyecto y despidiese al director. Así de alargada era la sombra de Kurosawa.