AMarta, estudiante de 21 años, le cayeron seis décadas de golpe. Un molesto zumbido le atravesaba el cerebro y le costaba coger una taza de café sin derramar el líquido. Pero lo peor fue desplazarse hasta el cuarto de baño: sus atléticas piernas–es una corredora empedernida–le empezaron a fallar, abrumadas por un peso indecible. Eso sin contar los pinchazos en la espalda y las articulaciones.
Marta ya sabía lo que