arte y cltura
Nueva York, 4 de octubre, 1982. El galerista Bruno Bischofberger acudió a The Factory –el legendario espacio creado por Andy Warhol desde el que revolucionó la cultura y el arte contemporáneo– acompañado de un joven Jean-Michel Basquiat. Bischofberger (marchante de ambos) solía presentar al ya famosísimo autor de nuevos talentos en una especie de ceremonia que se repetía: además de compartir con ellos charla, y polaroids, Warhol quizá los inmortalizaría en uno de sus cotizados retratos. Aquel día, el ritual se rompió: Basquiat declinó unirse al almuerzo y prefirió salir corriendo hacia su estudio, donde pintó un doble retrato de sí mismo y del veterano artista al que tituló Como no entraba en ningún taxi (¡medía 1,50 x 1,50!) hizo que su asistente lo llevara en mano a The Factory dos horas después. Al recibirlo, Warhol exclamó: «¡Estoy celoso! Es más rápido que yo».Aquel fue el inicio de una fructífera relación artística que hoy, gracias a la Fondation Louis Vuitton –en su apuesta por la cultura y el arte a través de una ingente labor de mecenazgo–, podemos descubrir enla más importante exposición que se haya dedicado al trabajo en común de estos dos genios. «Cuando Basquiat conoció a Warhol, este era muy famoso. Entonces, solo hacía serigrafías y sus famosos retratos de gente conocidísima. Basquiat tenía 24 años, así que podemos decir que para Warhol su encuentro fue una especie de renacimiento, ya que trabajar juntos en el mismo estudio hizo que volviera a pintar. Fue también una inspiración, puesto que Basquiat le hizo descubrir un vínculo con la música, además de recibir algo fresco y nuevo, el estilo que viene de las calles», explica Jean-Paul Claverie, de Bernard Arnault, presidente de la Fondation Louis Vuitton. «Para Basquiat supuso una especie de reconocimiento y una manera de dejar las calles para acceder al mundo de Warhol, es decir, ascender un escalón en su carrera».