Corea del Norte realizó el pasado 9 de febrero la mayor ostentación de su historia de misiles balísticos intercontinentales (ICBM, por sus siglas internacionales en inglés). Exhibidos en una grandilocuente parada militar por el 75 aniversario de su ejército, estos artefactos ya no amenazan únicamente a Corea del Sur, la hermana y enemiga limítrofe por tierra, ni a Japón, el aliado occidental contiguo en el mar. Tampoco ponen en vilo a territorios norteamericanos en el Pacífico más o menos próximo como la isla micronesia de Guam. La nueva generación de cohetes teledirigidos norcoreanos está preparada para impactar directamente en suelo continental de Estados Unidos. ¿Los Ángeles? ¿San Francisco? ¿Seattle? Adonde apunte Pyongyang, pero no solo la Costa Oeste. Aptos para cubrir trayectorias de hasta 15.000 kilómetros, los Hwasong-17, lo último en misilística del régimen totalitario, podrían precipitarse cómodamente sobre Washington.
Otro ICBM de