Enfundada en un traje de hombros generosos y raya diplomática de Versace, Valentina Zenere (Buenos Aires, 1997) mantiene un duro pulso con el objetivo de la cámara al que termina eclipsando por completo. Una versión centennial de las protagonistas de Armas de Mujer (1988) cuyo magnetismo y seguridad arrolladora permanece inalterable en cada plano de esta sesión fotográfica. Cuesta imaginar que la artista argentina confesara minutos antes –durante la entrevista– que sufre las mismas dudas e inseguridades que cualquier persona de su edad. “Aunque no lo parezca soy muy tímida y me siento insegura en todos los ámbitos de mi vida. Bueno, salvo en el trabajo”, revela antes de ponerse delante de la cámara.
Ni los 11 millones de seguidores que ‘vigilan’ su vida de Netflix parecen aturdir sus miedos y pasiones, aquellos mismos que la convencieron desde que tuvo uso de razón de que su destino estaba en la actuación. “Sentí que nací para esto. Mis padres tienen vídeos en los que salgo con dos años hablando a la cámara y cantando. Siempre fue así, tuve claro que jamás podría dedicarme a otra cosa”. Hija de una abogada y un contable aficionado a la música, la infancia de Valentina transcurrió entre y clases de teatro y comedia musical en Buenos Aires a cargo de Luisa Poppe, su profesional a la que se ha mantenido fiel desde entonces.