atalogada “salvaje”, por sus pobladas y bien delineadas cejas, custodiadas por ojazos verdes e imponente lunar en la frente, su belleza conquistó a hombres poderosos, entre ellos un presidente de México en funciones, y renombrados artistas, como Diego Rivera, que la retrató dos veces desnuda siendo ella adolescente. Irma Serrano no tuvo la misma suerte con los galanes de su época, a quienes abiertamente externó su deseo de tener hijos guapos con ellos; la desairaron. Si algo distinguía a la chiapaneca fue su franqueza extrema, hablar sin pelos en la lengua o a calzón amarrado, y mucho menos ya popularizada como La Tigresa, que a final de cuentas fue una especie de pues, lejos de los reflectores, era a finales de los 80. Pero justo el carácter bragado que exaltó como intérprete vernácula y actriz de dramas campiranos desde principios de los 60, la consolidó entre las pioneras del empoderamiento femenino en México, etiqueta que años más tarde capitalizó en la política como senadora. Retirada del medio artístico desde 2008, luego de vivir permanentemente en la polémica y acumular una riqueza de varios milones de pesos, Irma Serrano murió la madrugada del pasado 1 de marzo en una clínica de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas, víctima de una crisis cardiaca. Tenía 89 años. En una de las últimas entrevistas concedidas a dijo: “Regresé a Chiapas para gozar de mi tierra. Fui una consentida de Dios: nací rica y tengo la sospecha de que voy a morirme rica, por más que lleguen gallinas o patos (risas). No fui de las mujeres que tuvo que andar de cantina en cantina, como sucede en mis películas, o tener un padrote que me explote. No espero más de la vida. Dios ha sido muy buena onda conmigo. Sólo le pido morir como estoy ahora: sana, y que sea de repente, sin sufrir ni tener una agonía larga, y además en Chiapas. Pero cuando me toque, no ahorita”. Descanse en paz.
¡SU HERENCIA ESTÁ A LA DERIVA!
Mar 06, 2023
4 minutos
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