EN 1932, LA ASSOCIA-TED PRESS ENCARGÓ A HICK SEGUIR LOS PASOS DE ELEANOR ROOSEVELT, LA PRI-MERA DAMA DE LOS ESTADOS UNIDOS. Como explica Susan Quinn, autora del libro Eleanor y Hick, la periodista “fue una de las pocas en percatarse de la infelicidad de Eleanor y se tomó aquello en serio”. Aquel fue el inicio de una relación que traspasó los límites de la amistad y que habría escandalizado a la estricta sociedad de principios del siglo XX de haberse hecho pública. Eleanor y Hick, apodo con el que sus allegados conocían a Lorena Hickok, provenían de mundos muy distintos. Pero ambas eran también muy parecidas, dos almas necesitadas de amor, que encontrarían profundo consuelo la una en la otra.
UNA EXITOSA PERIODISTA CON UN TRISTE PASADO
El 7 de marzo de 1893 nacía Lorena Alice Hickok en una pequeña aldea de Wisconsin. El hogar de los Hickok no fue nunca un lugar idílico. Lorena y sus dos hermanas pequeñas crecieron en una casa llena de miseria y escasa de amor. El padre de Lorena era un hombre alcohólico y violento, que canalizaba su ira maltratando a su familia. Años después, Lorena intentó entender el porqué de aquel comportamiento: “Él fue golpeado cuando era un niño, por lo que supongo que le parecía correcto que yo también fuera golpeada”.
Al parecer, Addison J. Hickok no tenía suficiente con maltratar a sus hijas y se cebó igualmente con las mascotas de las pequeñas. Lorena recordaba con tristeza a su gatito al que su padre “estampó contra el granero. Vi su pequeño cuerpo roto y ensangrentado yaciendo entre la hierba”. La infancia de Lorena fue un duro camino hacia la madurez alimentado por el maltrato llegando incluso a insinuar haber sido violada por su propio padre.
Lorena se refugió en los libros. Con el recuerdo de su primera lectura, La cabaña del Tío Tom, empezó a leer sin descanso para alejarse de la realidad que la ahogaba. Los libros se convirtieron en sus verdaderos amigos dado que las constantes mudanzas de su familia en una eterna huida hacia adelante le impedían arraigarse en ningún lugar.
La tristeza no dio tregua a los Hickok. En 1906, , su madre, fallecía, dejando a Lorena y a sus dos hermanas solas con un padre poco dispuesto no era su madre. Un año después de la desaparición de Anna, Emma se casaba con Addison y Lorena, que entonces contaba con catorce años, fue invitada a marcharse de casa y a buscarse la vida. Lejos de sentirse mal, Lorena recordó que