INGENIERO INDUSTRIAL Y M. SC.
El accidente del Challenger, ocurrido en una gélida mañana de 1986, demostró lo equivocado del análisis de riesgos elaborado por la NA-SA. Su flota constaba de cuatro transbordadores activos, cada uno capaz de realizar, quizá, un centenar de vuelos. Si se cumplían esas previsiones, la estadística apuntaba la posibilidad de una catástrofe que implicase la pérdida de una nave y su tripulación. Eso decían los números. Lo que la agencia espacial no esperaba es que pasase tan pronto. En febrero de 2003 volvió a suceder. El accidente del Challenger ocurrió a la vista de miles de testigos presentes en la costa de Florida y de millones más que seguían el lanzamiento por televisión; el del Columbia fue más reservado. Su origen pasó casi desapercibido, registrado solo por una videocámara del centro espacial Kennedy.
Un kilo de espuma aislante
Sucedió cuando el Columbia iniciaba su viaje número 28 al espacio. Llevaba casi un minuto y medio de vuelo y se encontraba a más de veinte kilómetros de altura. Había superado el momento de máxima presión aerodinámica, cuando el roce