n la isla de Taquile, en el lago Titicaca (Perú), sólo los hombres tejen en telares prehispánicos de pedal, mientras las mujeres de la comunidad andina cardan (peinar el textil hasta que está (México, 2016), describe las asambleas de los pueblos wixárikas -el término correcto para referirse a los huicholes—, grupo étnico mayoritario del estado mexicano de Nayarit. Allí, tanto hombres como mujeres tejen sombreros y redes para pescar, a la vez que discuten temas y toman decisiones relevantes para la comunidad. Ramón Vera, editor con gran experiencia en el trabajo comunitario, les preguntó el porqué de su ejercicio y le respondieron: “Porque estamos tejiendo”, describe Angulo. “Es una manera de propiciar que se teje la palabra […]. Mientras hombres y mujeres hablan, necesitan construir una metáfora de su acción: la comunidad encontraba en esa labor a escala (el tejer) su proyección: se teje lo social”, amplía Angulo, quien aprendió a tejer en los años 90, mientras estudiaba danza y artes plásticas en Nueva York. “Tomé una clase que se llamaba Knitting for Pleasure (Tejer por placer) y, a partir de allí, no paré de tejer”, cuenta esta española licenciada en Letras Inglesas de la UNAM.
El arte de tejar la palabra
Nov 28, 2022
1 minuto
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