Tras el lanzamiento de Super Famicom en Japón en noviembre de 1990, Nintendo seguía teniendo un pequeño problema: la falta de juegos. Mantenía el apoyo de las principales editoras, desde Squaresoft a Capcom, pero Sega estaba ganando relevancia en Estados Unidos con Mega Drive, que llevaba a la venta allí desde el verano de 1989.
El debut japonés de Super Nintendo estuvo arropado por dos únicos juegos, producidos, además, por la propia Nintendo: Super Mario World y F-Zero. No se trataba de juegos cualesquiera, pero era una cifra indudablemente baja. Días después, se les unió Bombuzal, que llegó en la semana de lanzamiento. Nintendo necesitaba juegos e ideas que explotaran las características técnicas de la nueva consola.
Así, a finales de 1990, Shigeru Miyamoto, de manera paralela a la finalización de Super Mario World (y, según el equipo Nintendo Entertainment Analysis & Development, sería la máxima autoridad en su desarrollo), y otros miembros de Nintendo empezaron a hacer experimentos con una idea que acariciaba, y que no era otra